jueves, 5 de julio de 2012

Acta Solemne de Independencia de la República Bolivariana de Venezuela


Acta Solemne de Independencia

En el nombre de Dios Todopoderoso.
Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos en congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del Trono Español por la conquista y sucesión de otra nueva Dinastía constituida sin nuestro consentimiento; queremos, antes de usar los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al Universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso, que vamos a hacer de nuestra soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia: olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones, que el derecho funesto de conquista, ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos, y corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española de América, solo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho aun mundo de otro en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la Nación Española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y reclamaciones, y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la Nación, dejándola sin el amparo y garantía de las Leyes.
En contrario al orden, imposible al gobierno de España y funesta a la América, el que teniendo ésta un territorio, infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo.
Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugar teniente Duque de Berg, a la América debieron poner en uso los derechos que hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad  de la Nación Española.
Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad, por no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
La América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo sus suerte y conservación, como la España pudo reconocer, o no los derechos de un Rey que había apreciado más su existencia, que la dignidad de la Nación que gobernaba.
Cuando Borbones concurrieron a las invalidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando, con su sangre y tesoros, los colocaron en el trono a despecho de la Casa de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos.
Los intrusos gobiernos, que se arrogaron le representación Nacional, aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia, daban a los americanos contra la nueva Dinastía que se introdujo en España por la fuerza; y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometían la libertas, la igualdad  y la fraternidad, en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de una representación amañada, inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de España, y que la ley imperiosa de la necesidad, dicto a Venezuela el conservarse a sí misma, para ventilar y conservar los derechos de su Rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los males, que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se variaron los principios, y se llamo insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo , que sirvió de norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar a nombre de un Rey imaginario.
A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros principios; contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, senos declara en estado de rebelión, se nos bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra otros, y se procura desacreditarnos entre todas las Naciones del Mundo, implorando sus auxilios para deprimirnos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del Mundo, y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos, y para añadir el desprecio a la calumnia se nos nombran apoderados, contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros intereses, bajo la influjo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos sometieron a una tarifa mezquina y diminutiva, y sujetaron a la voz pasiva de los ayuntamientos, degradados por el despotismo de los gobernadores, las formas de la elección, lo que era un insulto a nuestra sencillez y buena fe, más bien que una consideración a nuestra incontestable importancia política.
Sordos siempre  los gritos de nuestra justicia, han procurado los gobiernos de España desacreditar todo nuestros esfuerzos, declarando criminales y sellando con la infamia, el cadalso y la confiscación, todas las tentativas que, en diversas épocas, han hecho algunos Americanos, para la felicidad de su país, como lo fue la que últimamente nos dicto la propia seguridad, para no ser envueltos en el desorden que presentíamos y conducidos a la horrorosa suerte, que vamos ya a apartar de nosotros para siempre: con esta atroz política han logrado hacer a nuestros hermanos insensibles a nuestra desgracia, armarlos contra nosotros, borrar de ellos las dulces impresiones de la amistad y de la consanguinidad, y convertir en enemigos una parte de nuestra gran familia.
Cuando nosotros fieles a nuestras promesas sacrificábamos nuestra seguridad y dignidad civil, por no abandonar los derechos que generosamente conservamos a Fernando de Borbón, hemos visto que a las relaciones de la fuerza que lo ligaban con el Emperador de los franceses, ha añadido los vínculos de sangre y amistas, por lo que hasta ahora los gobiernos de España han declarado ya su resolución de no reconocerlo sino condicionalmente.
En esta dolorosa alternativa hemos permanecido tres años en una indecisión y ambigüedad política, tan funesta y peligrosa, que ella sola bastaría a autorizar la resolución que la fe de nuestras promesas y los vínculos de la fraternidad nos habían hecho diferir, hasta que la necesidad nos ha obligado a ir más allá de lo que nos propusimos, impelidos por la conducta hostil y desnaturalizada de los gobiernos de España. Que nos ha relevado del juramento condicional, con que hemos sido llamados a la augusta representación que ejercemos.
Más nosotros, que nos gloriamos de fundar nuestro proceder en mejores principios, y que nos queremos establecer nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes, miramos y declaramos como amigos nuestros, compañeros de nuestra suerte, y partícipes de nuestra felicidad, a los que unidos con nosotros por los vínculos de la sangre, la lengua y  la religión, han sufrido los mismos males en el anterior orden, siempre que reconociendo nuestra absoluta Independencia de él y de toda dominación extraña, nos ayuden a sostenerla con su vida, su fortuna y su opinión, declarándolos y reconociéndolos (como a todas las demás Naciones) en guerra enemigos, y en paz amigos, hermanos y compatriotas.
En atención a todas estas solidas, publicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos ha restituido en una de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos, para destruir todo pacto, convenio o asociación que nos llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos, que no podemos ni debemos conservar los lazos, que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del Mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la nuestra, t tomar entre las Potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser Supremo y la naturaleza nos asignan, y a que nos llama la sucesión de los acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad.
Sin embargo de que conocemos las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos impone el rango, que (nos impone) vamos a ocupar en el orden político del Mundo, y la influencia poderosa de las formas y habitudes, a que hemos estado, a nuestro pesar, acostumbrados: también conocemos que la vergonzosa sumisión a ellas, cuando podemos sacudirlas, sería más ignominioso para nosotros y más funesta para nuestra posteridad, que nuestra larga y penosa servidumbre, y que es ya de nuestro indispensable deber proveer a nuestra conservación, seguridad y felicidad, variando esencialmente todas las formas de nuestra anterior constitución.
Por tanto, creyendo con todas estas razones satisfecho el respeto, que debemos a las opiniones del género humano, y a la dignidad de las demás Naciones, en cuyo número vamos a entrar, y con cuya comunicación y amistad contamos: Nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que su Provincia nos restituye el deseo de vivir y morir libres, creyendo y defendiendo la Santa Católica y Apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes. Nosotros, pues a nombre y con la voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso Pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al Mundo que sus Provincias Unidas son y deben ser de hoy más hecho y derecho Estados libres, Soberanos e Independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España, o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado libre e independiente, tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer  la paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, limite y navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos, que hacen y ejecutan las Naciones libres e independientes. Y para hacer válida, firme y subsistente esta nuestra solemne declaración, damos y empeñamos mutuamente unas provincias a otras, nuestras vidas, nuestras fortunas y el sagrado de nuestro honor Nacional.
Dada en el Palacio Federal de Caracas, firmada de nuestra mano, sellada con el gran sello provisional de la Confederación, y refrendada por el Secretario del Congreso, a cinco días del mes de julio del año mil ochocientos once, el primero de nuestra Independencia



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