martes, 24 de julio de 2012

Oda al Libertador (Fragmento)

¡Salve al cóndor andino
que al Chimborazo arrebató su llama!
Salve al genio divino
que clamó al torbellino
en medio del hervor del Tequendama.

¡De luz la sien ceñida,
por el sol de la gloria abrillantada,
atravesó la vida:
gigante que anonada
con el rayo potente de su espada!

¡La enhiesta cordillera,
con sus duros peñones de granito,
fue para su bandera
pedestal y su grito
de libertad, resuena en lo infinito!

Las naciones lo han visto:
sol fecundo en la paz, rayo en las lides;
redentor como Cristo,
que fue de raza de Cides
y en su alma inmensa revivió Aristedes.

Transfigurado pasa 
llevando su estandarte que flamea;
en ardores se abraza,
y pueblos libres crea
volando en su caballo de pelea.

Ofrecedle coronas
de mirto y de laurel, que ya ha vencido;
que ruede el Amazonas,
y al compás de su ruido
canta al vencedor que ha redimido.

Para el soldado fuerte
como anuncio de fe sobre la tierra.
Y paz y dicha vierte,
y la sombra destierra
desde el carro de llamas de la guerra.

¡Bolívar! alto nombre
que de justo entusiasmo el pecho inflama,
fue semidiós, no hombre:
ante el tiempo lo aclama
la sonora trompeta de la fama.

La América garrida,
hoy levanta un clamor que se dilata
de la vega florida
del Orinoco al Plata
que turbulento su raudal desata.

Bolívar se levanta
con la aureola inmortal que orna su frente
y coloca su planta
sobre el Ande; y ardiente
sonríe con amor al continente.

Levanta el brazo fuerte
que venció en Boyacá; lanza un acento
que en ardor se convierte, 
y es su mirar violento,
ralámpago que surca el firmamento.

¡Baja desde la altura
como fulgor la bendición sagrada
que Dios da con ternura;
y se mira adornada
América, como una desposada!

Al infinito avanza
con severo ademán y paso inquieto;
empuña fuerte la lanza,
y al tirano dan reto
su escudo brillador y su áureo peto.

¡Loor al héroe invencible
de la espada de fuego! Al gran guerrero
prepotente y terrible,
que se admira, al primero
al brillo inextinguible de su acero.

Gloria al que sus legiones
conduce victorioso en la batalla,
llevando sus pendones,
y al contrario avasalla
al tremendo rugir de la metralla.

Gloria al que ofrece vida,
a la codicia y al temor ajeno;
gloria eterna y crecida
al paladín sereno
que se anunció con el clarín del trueno.

¡Bolívar! las edades
escriben ese nombre, alto y bendito;
llevan las tempestades
ese poema escrito,
y se escucha un rumor en lo infinito!!!

Rubén Darío 

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